Diversas miradas desde el Chile actual a Carmela Carvajal


Reconocidos historiadores y escritores chilenos ponen en valor diversos aspectos de la viuda de Arturo Prat al cumplirse, en 2021, 170 años de su nacimiento y nueve décadas de su partida. ¿Sigue siendo una figura relevante como mujer en el contexto chileno del siglo XXI?

https://digital.elmercurio.com/2021/05/21/A/4C3VGA9E#zoom=page-width, 21/05/2021
Maureen Lennon Zaninovic


Francisco Javier González Errázuriz, docente del Instituto de Historia de la Universidad de los Andes, cuenta que el 8 de junio de 1879, Carmela Carvajal Briones (1851-1931), la mujer de Arturo Prat, quien falleció heroicamente el 21 de mayo de 1879 en Iquique, escribía: “Si como esposa no puedo dejar de pagar tributo al dolor, como chilena, con lágrimas en el corazón, apruebo la conducta del héroe y bendigo su sacrificio”.
El académico destaca que con tan solo 28 años, viviendo un sacrificio que la desgarraba en lo más profundo de su ser y teniendo dos hijos pequeños que cuidar, “mostraba un temple, valentía y serenidad que causó emoción y admiración en la sociedad chilena de la época”, dice. González agrega que los duros golpes sufridos en su joven vida la habían preparado para ese momento; a los 11 años había quedado huérfana de padre y madre; antes de cumplir dos años de casada, y sin la compañía de su esposo que se encontraba en el norte del país, vivió la dura prueba de perder a su primera hija, Carmela de la Concepción. A ello se unieron largos períodos en que su marido se debió ausentar del hogar, para cumplir las misiones que le encomendaba la Armada.
En 2021, al cumplirse 170 años de su nacimiento y nueve décadas de su partida, Francisco Javier González recuerda que esta mujer, nacida en Quillota, vio pasar, sobre todo los 21 de mayo como el que conmemoramos hoy, a innumerables delegaciones de autoridades civiles y militares, de representantes de marinas extranjeras, de dirigentes de sociedades obreras, de profesores, de miles de alumnos de escuelas. “Si bien fue una mujer sencilla, poco dada a la vida social y sin ningún deseo de figurar, su persona se transformó en un símbolo”, advierte el historiador y docente de la U. de los Andes, quien concluye que se erigió en la imagen de todas aquellas mujeres chilenas “que, sufriendo la pérdida de un esposo o hijo en el conflicto, al igual que ella, pagaron tributo al dolor al mismo tiempo que bendijeron el sacrificio de sus seres queridos”.


Una mujer de avanzada


El superventas escritor Guillermo Parvex, autor entre otros títulos de “Un veterano de tres guerras”, la define como una mujer de vanguardia y llama a examinar la relación que fraguó con nuestro máximo héroe naval. “En este caso, lo correcto es decir que al lado de un gran hombre hubo una gran mujer, ya que doña Carmela fue muy rupturista y de avanzada para su época”, explica.
Parvex señala que en tiempos en que las mujeres debían aprender solamente tareas domésticas y buenas costumbres, “doña Carmela estudió en un buen colegio, era diestra en matemáticas, sabía mucho de historia y de literatura y dominaba perfectamente el francés” y agrega que, derribando arcaicos paradigmas, fue desde su juventud una mujer atípica. “Ella tomó la iniciativa en el noviazgo con Arturo. Tras el matrimonio, asumió un rol de jefa de hogar, no solamente por las decisiones
relativas a los hijos, sino que también llevaba las finanzas de la casa y permitió que Prat asumiera tareas domésticas en el cuidado de los niños, que hasta ese momento eran privativas de la mujer”, afirma.

El autor de “Servicio secreto chileno en la Guerra del Pacífico” considera que fue el complemento ideal para su esposo desde que se casaron, en mayo de 1873, teniendo Carmela 21 años, hasta quedar viuda cinco años más tarde, y destaca su valioso aporte social y en la educación que atravesó dos siglos. “Poco tiempo después de la inmolación de su marido en Iquique, doña Carmela se trasladó a vivir a Curimón con sus hijos, Blanca y Arturo. No solamente se ocupó de darles una sólida formación intelectual y valórica, sino que esto lo hizo extensivo a los niños más desposeídos del sector, que en la casona de Carmela encontraron una escuela gratuita, donde personalmente les enseñaba a leer, escribir y aritmética”, concluye Guillermo Parvex.


Carlos Tromben Corbalán, capitán de navío (r), doctor en Historia por la Universidad de Exeter (Gran Bretaña) y autor, entre otros títulos, de “La Armada de Chile, una historia de dos siglos”, pone en valor la cercanía espiritual e intelectual de Carmela con su marido y valora su epistolario, con misivas escritas con prestancia y delicadeza, más allá de palabras convencionales. “Notable es, en este sentido, la respuesta al capitán de navío Miguel Grau, que le había expresado su pesar y remitido la espada y otros objetos personales de Prat. O aquella en que responde a las condolencias del presidente de la Sociedad Educacional Benjamín Franklin, que dirigía una escuela nocturna para obreros en la cual su esposo había sido profesor ad honorem. En ella revela la comunidad de pareceres y compenetración que había en su matrimonio”, dice. También comenta que es admirable
su preocupación “por los compañeros y subordinados sobrevivientes de su esposo y por los deudos que afrontaban penurias económicas y de salud, como Emilia Goycolea, viuda del teniente Ignacio Serrano”. Tromben Corbalán afirma que el matrimonio enriqueció “su acervo cultural a través de lecturas y contactos con parientes y amigos que eran personas prominentes en el ambiente culto y liberal del Valparaíso decimonónico”. En ese contexto, el investigador concluye que Carmela Carvajal es, sin
duda, “una figura relevante, inmersa en un mundo de mujeres ilustradas, cultas y liberales, que se proyecta desde el siglo XIX hasta nuestros días”.

Macarena Ponce de León, directora del Museo Histórico Nacional, habla de una mujer “de su siglo, dueña del universo privado de la familia, y ella misma, en su recato, rompió las cartas escritas a su esposo durante los seis años que duró el matrimonio”. Sin embargo, advierte, aún se conservan algunas piezas de su puño y letra que permiten atisbar rasgos de “esta mujer de cuerpo delicado, pero de carácter decidido”. Una de sus cartas está en el Museo Histórico Nacional (https://www.surdoc.cl/registro/3-25101), escrita a una amiga a instantes de recibir la noticia del fallecimiento de Prat.

Pensar en ella


El periodista y escritor Patricio Jara, profesor de la Escuela de Periodismo de la U. de Chile, confiesa que “al escribir la novela ‘Prat’ (publicada por primera vez en abril de 2009 y que desde entonces ha sido editada en diversas editoriales), no tuve ninguna idea preconcebida de Carmela. Más bien su importancia fue acrecentándose a medida que la personalidad del capitán cobraba forma en su dimensión humana. Si Prat tenía alguna razón para volver a Valparaíso era justamente por su mujer”. Agrega que el héroe de Iquique vivía con la constante sensación de culpa por no haber estado con ella en los momentos más duros, como la enfermedad de su primera hija, Carmela de la Concepción, que terminó con su muerte. “De hecho, tampoco estuvo presente cuando nació. La crianza de los hijos que vinieron después, Arturo Héctor y Blanca Estela, no fue muy diferente”, señala.
Patricio Jara afirma que entonces el mundo era otro y todo cuanto podamos decir acerca de Carmela debe pasar por los filtros de la historia. “Sin embargo, allí está el momento en que Prat, ante la inminencia del desastre, tiene la sospecha de que el guardiamarina Zegers, protegido por su buena estrella, sobrevivirá a la masacre de Iquique y le pide que le diga a Carmela que en ese momento, en ese preciso momento en que las maderas crujen y todo se llena de humo, él no ha hecho más
que pensar en ella”, cierra el periodista.

El impresionante cortejo según “El Mercurio”


En un artículo publicado en este diario el 19 de agosto de 1931 se consigna que “en la mañana de ayer, con la solemnidad que era de esperar, se efectuaron en esta capital los funerales de la distinguida dama chilena, señora Carmela Carvajal, viuda de Prat, esposa de uno de los hombres que más claro ejemplo han dejado a las generaciones venideras, en la historia de Chile”. En el
artículo se lee que su funeral tuvo lugar en la Catedral de Santiago y las honras fúnebres fueron oficiadas por monseñor José Horacio Campillo. Entre las autoridades asistieron numerosos ministros y el Vicepresidente de la República, Juan Esteban Montero. En el cortejo fúnebre hacia el cementerio, acudieron alumnos y profesores de todos los colegios de Santiago, miembros del Ejército, la Marina y el Cuerpo de Bomberos.
En una entrevista aparecida en la revista Sucesos, de Valparaíso, del 28 de mayo de 1914, Carmela Carvajal habla de la espada de abordaje que, según la crónica, se encontraba en una mesita encerrada en una artística urna. “Me la dieron así, sin la vaina. Los tiros se quemaron en el incendio de mi casa, cuando residía en Valparaíso después de terminada la guerra. Allí se quemaron muchos recuerdos que hubiesen sido de gran interés para ustedes”, expresó la viuda, para quien su esposo, Arturo Prat, “no fue un tirano con sus compañeros y subalternos. Era estricto en el cumplimiento de sus deberes, tanto como marino en la nave, como padre y esposo en el hogar”. La crónica de su funeral, publicada en este diario en agosto de 1931.

Opinión


Verónica Undurraga Schüler: “Su viudez y maternidad se proyectaron simbólicamente” Siguiendo a Simone de Beauvoir, es posible observar que la figura de Carmela Carvajal no se construyó a partir de su identidad como mujer, sino que en función de las relaciones tradicionales de género que la significaban. Ella fue representada como “la viuda de” y la “madre de”. Según
indican los documentos, Carvajal quedó suspendida en el tiempo en una viudez dolorosa, que era prácticamente el único camino honorable que podían seguir las mujeres en un contexto histórico que sospechaba de las viudas en cuanto mujeres independientes, que no se hallaban bajo la autoridad de un esposo, ni bajo la tutela de un padre, por su mayoría de edad. Esta representación, evidentemente, se vio acentuada por la significación de su esposo —Arturo Prat— como héroe, mártir y figura moral durante el periodo parlamentario, tal como estudió el historiador norteamericano William F. Sater. Ello hizo que su viudez y maternidad se proyectaran simbólicamente más allá de su círculo familiar, llegando a convertirse en la viuda de Chile y sus hijos, en los huérfanos de la patria.

Me parece interesante comprender su imagen en el contexto de lo que podría denominar una “maternidad sacrificial”, que estimo se ha actualizado en el marco de la actual pandemia. Alude a figuras maternas que “lo han dado todo”, realizando las tareas domésticas, de educación y de cuidado —de los niños y de los adultos mayores—, junto a las obligaciones laborales, durante el último año. Junto a las voces críticas que han acusado la necesidad de compartir estas tareas con los padres, se ha reforzado la valoración positiva de la mujer que se inmola por su familia, incluso a través de la publicidad del último “Día de la Madre” que durante los últimos años había aludido, más bien, a los diversos estilos de maternidad. Es de suponerse que esta “maternidad sacrificial” continúe actualizándose en la medida que las relaciones de género no se transformen y los apoyos
para el cuidado de los niños —léase el sistema escolar, preescolar, así como las redes familiares y sociales— no logren estabilizarse.